domingo, 11 de enero de 2015

La Utopía del Perfecto Aparato Ideológico Estatal

Por fin hemos llegado. Hemos alcanzado el epítome del progreso. Hemos logrado la utopía tan añorada por tantos, hemos logrado exterminar a todos los que se oponen a ella. Y¿ no es a través de este exterminio que demostramos nuestra superioridad como civilización ante los demás? Sólo nosotros pudimos haber logrado tan imposible proyecto. ¿Qué nos ha dejado? Nos ha dejado a todos subyugados por el aparato, aquel que dicta pero no responde, aquel que desde arriba configura nuestras vidas y nosotros, obedientemente, aceptamos porque nunca podremos ser más capaces que la máquina que nuestros más grandes pensadores diligentemente han creado para nuestro servicio. Nos encargaremos a mantenerla, la cuidaremos como aquel primer hijo después de la guerra. Cantaremos himnos de gloria alabando el futuro que hemos, por fin, impuesto.
¿Y no es esto lo que queríamos? ¿No era entonces este progreso que tanto deseábamos? Todo ahora está automatizado. Nuestras horas del día están subyugadas por el reloj, máquina que preambuló el comienzo de lo que somos ahora, al principio como una herramienta, hoy en día como nuestro amo. No hay hogar sin este aparato, la vida es inconcebible sin ello, estaríamos como un barco a la deriva, libres e independientes pero inservibles con respecto al gran proyecto, llegar a ser nuevamente esa raza pura que se comporta como una colonia de insectos, sin voluntad propia, ya que esta ha sido configurada en el aparato. ¡Ahora somos libres de decidir por nosotros mismos! ¡Ahora podemos utilizar nuestro tiempo de la manera más eficiente! ¡No más pérdida de productividad! ¡Todos somos uno! ¡Nadie está por su cuenta! Y ¿qué pasa para los que no están satisfechos? Podrán visitar nuestras cómodas clínicas donde pueden terminar sus miserables existencias, porque su presencia no es de utilidad para nadie y su consumo no es justificable ya que sus deshechos no son traducidos a nuevos logros, nuevos superávits. Como los alimentos que luego se convierten en composta para producir más alimento, su presencia sólo alenta nuestro progreso ya que sus deshechos no son capaces de producir composta. Ellos son la composta. Ellos son los que al eliminarlos nuestras fuentes de recursos aumentan y así podremos avanzar de manera más eficiente hacia nuestra meta. Y es en este proceso que podemos palpar la utopía. Es en este proceso de auto aniquilación que podemos decir que somos verdaderos revolucionarios. Vivamos juntos el desenvolvimiento de la historia, sin Dios, el nuevo Dios es el aparato, cuyos engranes somos nosotros. No necesitamos más Dios ya que nosotros nos hemos vuelto Dioses, hemos regresado del Olimpo más fuertes que nunca. Nos hemos transubstanciado en objeto cuya trinidad es Aparato - Máquina - Hombre. Divinidad que hemos alcanzado gracias a nuestro ingenio, gracias a nuestros pecados. Nada y todo está ahora redimido. Antes de dormir una pequeña oración para que el día de mañana sea exactamente igual que el de hoy. Para que nada nunca cambie porque quien desee obstaculizar la utopía no merece ser parte de ella. Lo expulsaremos como Noé expulsó a su hijo después de abusar de él. Y si se atreve a regresar le cerraremos la puerta, lo estigmatizaremos hasta que voluntariamente termine su existencia en nuestras clínicas de superación personal. No más espacio para el hijo prodigo. No más excusas para equivocarse y retomar el camino, la perfección está marcada por la máquina, no hay espacio para errar.
Ya no hay más espacio para la especulación ya que todo está definido. Los límites se han establecido. Cualquiera que intente cruzarlos será aniquilado. La palabra sólo podrá ser utilizada para fines prácticos, tendrá que ser legible por la máquina, tendrá que funcionar bajo los patrones lógicos del aparato. ¿No es esto hermoso? Antes del preestablecimiento del aparato había espacio para lo absurdo, el lenguaje podía ser secuenciado para fines artísticos, podía desviar la atención de las masas de lo político, el único espacio verdadero, el único espacio que tendrá que mantenerse para poder seguir reproduciendo nuestra utopía.

Nuestra finalidad es regresar la tierra al centro del Universo, enterrar de una vez por todas la Revolución Copérnica que ha pervertido la mente de miles y a la vez ha facilitado nuestra labor de identificar al enemigo. ¿Quién dijo que todo está subyugado por una permutación dentro de las infinitas posibilidades adheridas en la estructura fundamental del programa? ¿Quién mencionó que esta utopía no fue pensada desde un principio, como el desenlace más apropiado para la mayoría, para aquellos que quieren tener control absoluto de su existencia? No hay espacio para la contingencia. La contingencia es un virus que hay que erradicar del aparato. Alenta el aparato. Produce sistemas que no pueden ser analizados por las estructuras lógicas ya prediseñadas de antemano. Alenta el proceso del progreso. Da espacio para que la naturaleza avance a su propio ritmo y esto no puede ser permisible. Nada está fuera de nuestro control. La naturaleza está ahí a nuestro servicio. La naturaleza está ahí para ser transformada en fósil, para ser transformada en energía, para avanzar más rápido, para acelerar nuestros deseos y para ir más lejos.*
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*Este texto fue producido en octubre del 2014 mientras leía un texto de Vilem Flusser en una cafetería.